Ocho
consejos para conseguir que un matrimonio sea «indestructible» y a prueba de
«infidelidades»
En términos generales y debido al frenético ritmo de vida de
hoy en día, el marido y/o la esposa pasan menos tiempo en casa a causa de sus
horarios de trabajo. Además, la sociedad actual vive un nivel de
hipersexualización a todos los niveles nunca antes vistos. Estos hechos suponen
un reto para los matrimonios.
A todo ello, se suma la convivencia dentro del matrimonio y
los roces normales que se producen en el día a día. De este modo, es
indispensable reforzar el matrimonio y poner cimientos fuertes para cuando
llegue la tempestad. Y la fe es un pilar central así como el esfuerzo de cada
uno de los cónyuges para cuidar al otro.
En Catholic Link, Andrés D´Angelo, miembro del Movimiento
Apostólico de Schoenstatt y experto en temas de familia, da ocho consejos para
logar un matrimonio “a prueba de infidelidades”:
1. Antes de conocernos.
¿Cómo voy a cuidar algo que todavía no
existe? ¿Cómo se hace para ser fiel a alguien que todavía no conozco? En primer
lugar, mediante la oración. ¿Rezas a Nuestra Señora la Purísima para que cuide
a tu futuro cónyuge? ¿Rezas para poder reconocerlo o reconocerla cuando se
encuentren? ¿Cuidas tus amistades y compañías? ¿Te cuidas tú de tener un
comportamiento casto? Todo esto redundará luego en beneficio de nuestra futura
relación.
2. El Enamoramiento.
¡Desde el primer momento debemos construir una relación
fuerte a prueba de infidelidades! Desde la etapa de enamorados o durante el
noviazgo. ¿Cómo? Principalmente siendo castos. Esta continencia inicial nos
cuidará para amar y para ser amados. Si la relación se vuelve “física” durante
esta etapa, lo más probable es que sea solamente eso: una relación física,
donde el amor nunca va a poder crecer. Si en cambio dedicamos este tiempo a
conocernos en profundidad y a forjar una gran amistad. ¡El matrimonio será una
gran aventura juntos!
3. El diálogo.
Desde el principio, pero especialmente una vez que comienza
la vida conyugal, el diálogo tiene que ser fluido, constante, siempre presente.
Y el diálogo no es solamente comunicación, o “pase de información”. El diálogo
significa compenetrarse de la realidad del otro, saber qué le gusta, cómo se
siente, cómo está, qué necesita, y una vez averiguado todo eso. ¡Ponerlo en
práctica!
4. La vida de fe.
En el génesis, cuando Dios crea a la humanidad, dice: «A
Imagen de Dios los creó, varón y mujer los creó…». Nuestra vida conyugal tiene
que estar fundada sobre la roca, que es Cristo y tener un cemento de unión en
una vida de fe profunda. La oración y la frecuencia en los sacramentos son
piezas claves de un matrimonio a prueba de infidelidades.
5. La castidad
conyugal.
La castidad no es solo “aguantar hasta que nos casamos”,
durante nuestra vida conyugal las relaciones deben regirse por la castidad
conyugal. ¿En qué consiste la castidad conyugal? Dejo la palabra al Papa
Francisco: «… Es un amor que no usa al otro por el placer, que hace la vida de
la otra persona sacra. “Yo te respeto, no quiero usarte”». En la castidad
conyugal, cuidamos del otro como de nosotros mismos y como dice San Pablo: «El
lecho conyugal sea inmaculado» (Hb 13,4). Cuidemos de la pureza de nuestras
relaciones. No veamos pornografía, cuidemos las miradas a otras personas,
tengamos un lenguaje delicado entre nosotros. La sexualidad conyugal no tiene
que ser un modo de satisfacer mis deseos, sino de darle a mi cónyuge lo que él
o ella necesiten.
6. Renovar las
promesas.
Hagamos de la renovación diaria una oración, como recomienda
el Papa Francisco. No necesitas tener una ceremonia especial para renovar tu
matrimonio (si quieres puedes hacerlo, no tiene nada de malo) pero la idea es
que cada acto de sacrificio y amor en el matrimonio, sea ocasión para que en tu
interior renueves el deseo de serle fiel a tu esposa/o.
7. La sexualidad.
La sexualidad en el matrimonio no solo está permitida, ¡está
recomendada! Santo Tomás de Aquino dice que en la unión sexual de los esposos
no hay «ni sombra de pecado». Parafraseando a Chesterton, diría que el secreto
para no desear la mujer del prójimo, es desear a nuestra propia esposa. La
sexualidad conyugal contribuye a la unión conyugal como ninguna otra cosa en
esta tierra lo hace.
8. El perdón.
Nuestra relación puede tener sus altibajos. Podremos, en un
mal día, tratarnos mal, aun cuando nos amemos muchísimo. Como dije al
principio, la convivencia puede hacernos perder el respeto. Entonces tendremos
que perdonarnos. Y pedirnos perdón. En ese orden: estar siempre dispuestos a
perdonar primero, y pedirnos perdón en cuanto podamos. Porque un buen
matrimonio es la unión de dos buenos perdonadores. Y luego, cuando nos hayamos
reconciliado, como hemos ofendido a la hija o el hijo favorito de Dios, ir a
pedirle perdón a él de rodillas en el confesionario.
Para evaluar juntos
nuestra relación:
¿Renovamos el propósito todos los días? ¿Rezamos por nuestro
cónyuge, actual o futuro? ¿Cuidamos ambos la castidad conyugal y la pureza del
lecho nupcial? ¿Recibimos la Eucaristía frecuentemente? ¿Pedimos perdón? ¿Nos
perdonamos? ¿Rezamos en Familia? Todos estos ingredientes nos van a ayudar a
tener siempre un matrimonio fuerte y a prueba de infidelidades.
Publicado en ReL el 22 de febrero de 2017.
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