domingo, 8 de enero de 2017

EL PERFUME DE LA ADOLESCENCIA



Cuando a los adolescentes se les plantean horizontes de mejora personal son capaces de responder de modo positivo: es el perfume de esta gran aventura educativa.

Y ese mismo es el título del libro escrito por Alberto Faccini, que fue director del colegio Argone de Milán y actualmente, profesor del colegio Braida de Verona.

En tal publicación, Faccini relata un episodio especialmente maravilloso y extraordinario. Faccini había indicado a sus alumnos de Secundaria que deberían hacer un trabajo al que él daría especial importancia y contaría de forma más especial para la nota final del curso. Dio las instrucciones e informaciones necesarias e indicó el día que debían entregarle el trabajo.

Llegado el citado día, los alumnos se fueron acercando a la mesa del profesor para entregarle cada uno su trabajo. Recogidos por Faccini, éste comenzó la clase. Clase que él había preparado  exquisitamente bien. Pero este día, los alumnos estaban más inquietos, más nerviosos, algo más alborotadores: hablaban más, se enviaban mensajillos unos a otros, algún tercero se levantaba e iba de una mesa a otra… lo que suelen hacer los adolescentes con bastante frecuencia. Y Faccini, también perdió los nervios. Comenzó a gritar, a decirles que le había costado horas preparar bien esa clase… y en un momento de descontrol, cogió los trabajos de sus alumnos y fue rompiendo uno tras otro y arrojándolos a la papelera. Y se marchó.

Al día siguiente, la clase recibió a Faccini en absoluto silencio. El profesor comenzó la explicación y nada alteró aquella disertación: ni una tos, ni un estornudo, ni chasquido, ni un rozamiento, ni una respiración. Finalizó la clase, y el profesor se despidió.

Al día siguiente, cuarenta y ocho horas  después de aquella clase tan atronadora, tumultuosa  e incompleta, a su hora se presentó Faccini en el aula. Inmediatamente, y antes de que el profesor comenzase a hablar, el que era considerado por todos como el mejor compañero, levantó la mano. El profesor le preguntó qué deseaba. El chico dijo que si podía acercarse a su mesa para entregarle un paquete, que al mismo tiempo enseñaba. Faccini mostró su acuerdo. El chico se acercó a la mesa del profesor y le dijo: Le entrego este paquete que contiene los trabajos que usted nos pidió y sobre los que nos dijo que contarían de forma especial para la nota de final del curso. Faccini asintió con la cabeza y comenzó a desenvolver el paquete. Y allí aparecieron todos los trabajos que dos días antes él había roto y arrojado a la papelera, y ahora aparecían escrupulosamente pegados todos los trozos en los que habían terminado aquel nefasto día, pegados con adhesivos transparentes.


Simplemente, tenía ante él, el perfume de la adolescencia.

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