Ya se expuso que el amor es un gran tesoro. Tesoro que hay que cuidar y que educar.
El amor es consecuencia de la afectividad, de la
inteligencia y de la voluntad. Podemos describir la afectividad como la
capacidad de respuesta que tiene una persona a la propensión a querer.
El afecto es
la inclinación hacia una persona o cosa que notamos se produce en nuestro
interior, pero que también origina respuestas externas.
El cultivo de la afectividad libera el corazón de temores,
de dudas, de inquietudes, de odios, de indiferencias. Cura las heridas
emocionales y proporciona que las verdaderas necesidades del corazón sean
satisfechas.
La afectividad está en todo lo que hace y piensa el ser
humano.
Nos educamos en la afectividad por contagio.
Participan en esa educación los padres, los hermanos, los
profesores, los amigos, los estudios, la literatura, la música, la pintura, el
cine…
En un ambiente de confianza se educa la afectividad.
Es la de la chica de 20 años que un día comunica a su madre
que hay un chico con el que se ha visto unas cuantas veces y con el que se
escribe mail. “Me parece que me gusta, mamá”, le dice. Más tarde, la hija se
retira a su habitación y detrás entra su madre, y allí, solas las dos, hablan,
y la madre le explica qué son los
sentimientos, las emociones, el amor. Le está apoyando en el nacimiento de un
tipo particular de su afectividad: el amor.
Continuaremos comentando la relación que existe entre la afectividad y la sexualidad. Será en otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario