En medio de esta vorágine de estímulos y oferta de placeres,
es preciso dar con alguna solución práctica, siquiera para quien desee escapar
de la dinámica imperante. Buena parte del problema reside en pensar que el
deseo es un mero impulso arbitrario, algo que se deba satisfacer porque sí. En
realidad, todo deseo tiene una génesis, su propia historia, y, a menudo, en su
comprensión narrativa podemos situarlos en nuestra propia vida e incluso se
atemperan o desaparecen. La pregunta fundamental es, por tanto, ¿por qué deseo
lo que deseo? ¿Qué motiva ese deseo? ¿Cuál es el sentimiento de carencia que
conlleva? Porque a veces se puede remediar la carencia por vías mejores que la
pura satisfacción de un apetito puntual. La civilización del deseo consumista
se ha erigido sobre la premisa de que hay que responder de manera inmediata a
los apetitos, pero con frecuencia esos deseos revelan vacíos que es mejor
solventar por vías más inteligentes que la satisfacción de un impulso.
Carlos Cruz Ortiz de
Landázuri
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