Vincent trabaja como ejecutivo de un banco importante. Tiene
treinta y dos años y buena presencia física. Realizó en la Sorbona la
carrera de economista. Es deportista, se cuida tanto en el aspecto físico como
en el alimenticio. Algo tímido y con muchos amigos. Suele encontrarse atento a
involucrarse en todo tipo de empresa que le reporte algún beneficio de poder.
El objetivo del poder es para él mucho más importante que el económico u otros.
Hélène estudió derecho. Tiene veintinueve años y ejerce como
abogada de una empresa gestora del ramo del automóvil. Es rubia, guapa y
soñadora. Le encanta bailar, y raro es el fin de semana que no dedica algunas
horas a su práctica. Es extrovertida y agradablemente expresiva. Está muy bien
considerada en su trabajo.
Un amigo de ambos los presentó un sábado en un bar en el que
tomaban una copa. Desde entonces han venido teniendo contactos frecuentes:
mail, móvil, whatsapp y encuentros físicos. En las últimas semanas han quedado
varios días para cenar, ir al cine y bailar. Vincent tiene una clara
inclinación por la compañía de Hélène y ella piensa, con absoluta
seguridad, que está enamorada de Vincent.
Así pues, acaban de prometerse y comentan a sus amigos el
propósito de casarse en seis meses. Y por supuesto lo hicieron.
Pasados cinco años, Vincent continúa muy atento a su trabajo,
a su imagen física y a la conquista de poder siempre que la oportunidad se
presente. Enamorado de Hélène, diariamente le expresa su cariño.
Hélène tiene cada año más experiencia y prestigio en su
trabajo. Raro es que pierda un juicio. Tampoco ha perdido su pasión por el
baile. Quiere a su esposo, aunque aún no se han planteado formar una familia
con uno o dos hijos.
Vincent está muy centrado en sus convicciones de las que nada
hace partícipe a su esposa. Hélène, tiene las suyas propias que las vive de
forma hermética.
Sibila la diosa de Delfos, le dice a Sócrates:
- Tú eres el
más sabio de los atenienses.
- ¿Por qué?,
pregunta Sócrates.
- Porque tú
eres el único que ha cumplido el mandato que hay en la entrada del templo, en
donde aparece: “Conócete a ti mismo”.
- Si yo no sé
nada, añade Sócrates.
- Sí, pero tú
eres el único que reconoce su ignorancia. Al saber que no sabes, eres el único
dispuesto a conocer, a buscar la realidad.
Vincent y Hélène tienen ante sí una gran tarea: conocerse a
sí mismo. Puesto que realmente son dos corazones que un día se encontraron, se
enamoraron, se quieren, se aceptan, pero no han logrado ser un solo corazón.
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