Una cosa es enamorarse y otra permanecer enamorado. Para
enamorarse, basta que el objeto suscite el deseo; para permanecer enamorado,
hay que cultivar un arte de amar que propicia encauzar el deseo por otros
derroteros. Es muy distinta la emoción de quien empieza a aprender violín
porque ha visto a un amigo suyo tocarlo y ha quedado prendado del instrumento,
de la emoción que experimenta quien domina el arte del violín y lo hace con
sumo gusto. El amor es la forma de colmar el deseo de unión, de no-separación,
pero el amor implica trabajo, cuidado: se ama aquello por lo que se trabaja y
se trabaja por lo que se ama. El amor es fundamentalmente un arte que se tiene
que practicar y que conlleva perfeccionamiento. La solución al problema del
deseo no está en el objeto que se busca, sino en la disposición que se cultiva.
Mi deseo de amor no se verá colmado cuando aparezca la persona que necesito,
sino cuando logre establecer en mí una disposición que me permita amar de
verdad a las personas. Porque entonces seré capaz de establecer una comunión
con otros aunque ellos no sean perfectos.
El arte de amar consigue así generar ciertas disposiciones
que colman nuestro anhelo de no-soledad, probablemente el deseo más profundo
del corazón humano. Los deseos se pueden entender como motivaciones que hunden
sus raíces en aquello que llevo en el corazón: mi memoria, mi interpretación de
la realidad, mis anhelos. Ahora bien, ¿qué es el corazón? La palabra corazón
resulta ambigua desde muchos puntos de vista (entre otras razones, porque se
refiere a un órgano físico), pero señala el núcleo de la persona, la raíz de la
afectividad, un centro respecto al cual los objetos, las personas, las
situaciones nos afectan y nos sentimos en relación con lo que pasa en el mundo.
El corazón no es solo la capacidad de sentir, o la expresión
de los sentimientos. Es el yo más íntimo del ser humano: lo que hemos vivido,
los sucesos que han marcado nuestra vida, quiénes somos. El corazón humano vive
en la carencia, y la experimenta de continuo. Lo que anhela nuestro corazón es
sentirse pleno, pero muchas veces no lo consigue. Poner orden en el corazón
consistirá, en primer lugar, en establecer una interpretación positiva de quién
soy. Esto solo es posible en la medida en que experimento un amor incondicional
desde el cual puedo interpretarme.
Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
No hay comentarios:
Publicar un comentario