viernes, 21 de junio de 2019

LA MADRE Y SU FUNCIÓN DE ACOGIDA



Desde el momento en que la madre sabe que está embarazada, e
incluso cuando solo lo intuye, todo su mundo, sus aspiraciones, sus actos
y decisiones diarias empiezan a ser replanteados. La trascendencia del
ser que tiene dentro es tal que, aunque esté decidida a abortarlo, no le es
indiferente, no le afecta igual que extirparse un quiste o amputarse una
parte del cuerpo. Implica una responsabilidad sobre otro, un responder
a una llamada del ser del otro a mi ser relacional. Si esta llamada puede
ser recibida por una mujer que se ha constituido en ser-para desde su
significado pleno, aunque al principio suponga para la madre una crisis
su aceptación, también supone la alegría de la confirmación de ese amor
fundante y buscará los medios para acoger a esa nueva persona en la
relación fundante. Y esta acogida proporciona al hijo un sentido globalizante, desde el que desarrolla su mismidad. La tarea aquí de realización principal de la madre es precisamente esa acogida desde la que se desarrolla la mismidad del hijo dentro de un sentido personal. La acogida es la forma específica de dar de la mujer. Se trata de una acogida singularmente femenina, con sus caracteres femeninos que en cada caso tendrán una concreción distinta, pues no hay ni dos madres ni dos hijos iguales, somos irrepetibles, también nuestra relación. Y, puesto que nuestros actos nos transforman, la actitud femenina de atención al convertirse en madre se concreta más, por tener un referente concreto en el hijo.
Un referente no solo continuo en el tiempo, sino interior, que depende
existencialmente de mi acogida durante el embarazo. Esta vivencia de
la madre como dadora directa de vida al hijo en su seno va a conformar
una tendencia en su actitud después del parto. El desgarro interior que
sufre una madre cuando la apartan de su hijo al nacer es una prueba de
la instauración de esta tendencia personal por cuanto que conforma en el
amor dativo tanto al hijo como a la madre. El hijo no es solo una carga,
es un regalo que ofrece su humanidad, que obligándome a trascenderme
me humaniza, y es también una promesa y una oportunidad de sentido
para mí y para otros.
Raquel Vera: Análisis personalista de la relación paterno-materno-filial II:
después del nacimiento del hijo.


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