LA BODA DE CANÁ. Pensamiento
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Allí está María que, conociendo una necesidad, “acude a Jesús
en favor de los hombres: no tienen vino”, le dice[1].
Siempre actúa así la Virgen: percibe una necesidad y allí está ella, solícita y
servicial. Luego, María dispondrá el corazón de los hombres a la acción del Señor”[2]:
“Haced lo que Él os diga”[3].
A esto se reduce la vida cristiana: a
hacer lo que Él nos diga, ni más ni menos. Y así actuó como medianera de
nuestras necesidades.
En este episodio, María pone en relación, a Jesús con los
hombres y a los hombres con Jesús. En las últimas apariciones de la Virgen:
Guadalupe, Lourdes, Fátima, su cometido fue semejante: unir los hombres con
Jesús. Si unimos nuestra oración a la de la Virgen, todo saldrá bien, muy bien.
La presencia de Jesús en esta boda tiene un significado de
salvación. De la misma manera que Jesús puede convertir el agua en vino, puede
convertir un corazón duro, despiadado, alejado, en un corazón bueno. Un corazón
bueno es el que el Señor anuncia con las Bienaventuranzas. El Señor puede
convertir las almas que le escuchan, que estén abiertas a su Palabra, que tenga
un poco de buena voluntad, que deseen y busquen la verdadera felicidad.
Si tu caso es que deseas que el Señor te conceda un
adelantamiento en la plenitud de la vida cristiana, acude al Señor. Te
escuchará y te atenderá.
Aquellas tinajas de agua fueron llenadas de vino, de un buen
vino, gracias la palabra de Jesús. ¿Por qué no pedirle que llene nuestro corazón
de su misericordia y de su eterna presencia? ¿Por qué no ser más fiel a su
voluntad?
La presencia del Señor en la boda de Caná es el anuncio y
bendición del amor humano.
[1] Jn., 2,
3
[2] Luis Mª
Mendizábal. Los misterios de la vida de Cristo. BAC. Página 121
[3] Jn. 2, 5
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