Cuaderno para acercarse a Jesús de
Nazaret
LA ORACIÓN
DE JESÚS Pensamiento
8
“Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro… y
se puso a orar”[1]. Llevaba
en su Corazón el mundo entero y de ese mundo hablaba con el Padre. Al Padre le cuenta
todo: su actividad apostólica, los llamados a ella, las penurias y problemas de
sus coetáneos, las debilidades humanas, nuestras caídas y esfuerzos por vivir
en el bien. También habla con el Padre sobre su “hora”.
De la oración obtiene Jesús luz del Espíritu para iluminar a
Pedro, a Juan, a Nicodemo, a la samaritana, a sus amigos de Betania, al ciego
de nacimiento, incluso a los escriba y fariseos.
De la oración obtenemos “sal y luz” para iluminar la vida de
nuestras familias, compañeros y amigos. Para así, “empujarlos” hacia el cielo.
La oración nos ayuda a “nacer de nuevo para ver el reino de Dios”[2],
convertirnos y purificarnos. Porque la oración nos cambia, y facilita vernos y
ver las cosas con los ojos de Dios. La oración acrecienta la vida del Espíritu
por la que se llega a la intimidad con Él.
En la oración descubrimos la oveja perdida y vamos hacia ella
para ofrecerle una vida nueva. Porque toda oveja perdida también está en el
Corazón de Cristo, que la mira, la atiende y quiere ofrecerle su misericordia a
través de nuestra oración. “¡Es el gran misterio de Dios! Dios que no necesita
del hombre para nada, viene en busca de él como si le necesitase”[3].
En la oración percibimos que Dios busca a cada hombre: a
Pedro, a Bartolomé, a Mateo, al paralítico de la piscina… Me busca a mí y a ti.
Y quiere valerse de nosotros en esa búsqueda, que es una búsqueda de amor. Nos
quiere “instrumentos” de su misma actividad. Es decir que seamos lo que Él es.
También en la oración descubrimos nuestras miserias que nos
impulsan al arrepentimiento y a la contrición.
[1] Mc. 1,
35
[2] Jn. 3,
3,
[3] Luis Mª
Mendizábal. Los misterios de la vida de Cristo. BAC. Página 139
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