LA MISERICORDIA Pensamiento
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Jesús se compadece de los posesos, de los enfermos, de los
que fallecen y de sus familiares, de los que padecen hambre y por supuesto de
los pecadores. Y actúa en favor de ellos y les ofrece la parábola del hijo
pródigo.
Zaqueo, María Magdalena, la Samaritana, la mujer adúltera y
muchos más, conocieron su gran misericordia. Por su misericordia enseña el
evangelio; por su misericordia ora al Padre por sus discípulos y por todas las
gentes. También ora por los que llegarán después.
Al igual que Jesús, el sacerdote cura, alimenta y perdona,
todo en el nombre del Señor. El cristiano debe pedir que todos los sacerdotes
sean santos.
Contra la santidad están los demonios que, hacen mucho daño
con sus insidiosas tentaciones, a las familias, a la juventud, a los sacerdotes
y religiosos, a los gobernantes… a todo el pueblo de Dios: la Iglesia. Es bueno
pedir al Señor que los sujete y expulse del mundo: ¡Vayan a su destino propio:
el infierno!
“¡Cállate y sal de él!”, dijo Jesús al endemoniado[1].
Tu palabra, Señor, venció. Eso mismo podemos pedir ahora: que venza su palabra
ante el espíritu del mal.
Dijo Jesús a la monja Sta. Mª Faustina Kowalska: “Proclama
que la misericordia es el atributo más grande de Dios. Todas las obras de mis
manos están coronadas por la misericordia. Mi Corazón está colmado de gran
misericordia para las almas y especialmente para los pobres pecadores. Oh si
pudieran comprender que Yo soy para ellas el mejor Padre, que para ellas de mi
Corazón ha brotado Sangre y Agua como de una fuente desbordante de
misericordia. Di, hija mía, que soy el Amor y la Misericordia mismas. Cuando un
alma se acerca a mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que
ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas”.[2]
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