Una perspectiva, a no olvidar, es la de estimular a los hijos
a que analicen el grado de confianza que poseen y darles motivos para que
crezca y se desarrolle más la que ya tienen. Los hijos que confían en sus
propias posibilidades y en las ayudas que pueden recibir de sus padres, irán
caminando en un avance continuado. Ya dijimos que el respeto y la confianza
favorecen el desarrollo de su personalidad.
Otro aspecto con alta relación con la autoridad es que los
hijos perciban que son valiosos, muy valiosos para sus padres. Y crearles la
necesidad de vivir según sus convicciones.
Me parece necesario finalizar transcribiendo el cuento chino,
anónimo del siglo XIII, “El dilema de la cuerda de arco”:
“Un arquero preparaba arcos con los materiales que le daban,
con las cuerdas que le traían. De eso vivía y con eso disfrutaba porque eso
sabía hacer.
En ocasiones las cuerdas que le llegaban, siempre todas del
mismo material, eran flojas; no había forma de tensarlas; aplicándoles el mismo
tratamiento que a todas, o no reaccionaban o se destensaban poco después.
En esos momentos el arquero se afanaba, pues si tiraba
demasiado, la cuerda se rompía y ya nunca más serviría; si por el contrario
nada le hacía, la cuerda por sí sola, desde luego no se movía.
Pasó un anciano junto al taller un día, y el arquero le contó
su porfía: ¿Qué hacer con esas cuerdas que desperdiciar tampoco quería? ¿Qué
decir al amo de todas ellas, suministrador único de la buena y floja mercancía?;
¿que sólo en el trabajo cómodo ocuparse quería? ¿Que su destreza ante lo
inesperado se rendía? Si así fuera, el amo pensaría que quien de cuerda difícil
nada sabía, a la cuerda buena menos partido que el posible sacaría, y quizá el
suministro terminara, algún día.
El anciano respondió al arquero: tú has dicho la solución y
si así lo ves, podrás con tu habilidad aplicarla. Si, como a otras, al llegarte
la cuerda deficiente, la tensas enseguida con firmeza, estará enseguida
deseando aflojarse o se romperá dolorida en un instante. Si por el contrario
antes de apretar la preparas y la observas esperando su momento, aunque tarde
años ese acontecimiento, deben durar tus esfuerzos de mantenimiento, sin tensar
inoportuno y con sufrimiento; aunque la cuerda parezca indiferente, esa es la
situación aparente, que ella se empapa del calor de tus cuidados y del tino de
tu mente.
Si así actúas verás, que antes de lo que piensas ocurre que
la floja cuerda se anima y al estirarla, se mantiene firme en la tensión debida
y más elástica que otras por la ciencia en su propia fibra recibida; firmeza y
elasticidad permitirán después, a su arco orgulloso, lanzar más lejos los
dardos en que se empeñe. Y así el trabajo donde ahora desesperas, será para ti
la ocupación más querida.
Esperar, por ello, esta es la solución. Pero esperar haciendo;
y para ello necesitas al esperar no ocultar tu corazón”.
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