En el corazón de una madre se encuentran dos cualidades de
gran valor: una notable ternura y una heroica fortaleza. Las dos permanecen
unidas en su ardiente corazón maternal. Su ternura es sobria, fuerte y delicada.
Su fortaleza es comprensiva, amable y bondadosa. Por eso el corazón de la madre
es el hogar entrañable que cada hijo busca, la paz que serena y tranquiliza, el
refugio que siempre acoge. Es la acogida su disposición característica, hasta
el punto con ella, la madre muestra su presencia ante los hijos y en el hogar.
La madre que espera que el hijo cambie, vive con la acogida
de su presencia. La que espera que el hijo cure una enfermedad, también aparece
de continuo con una acogida que es luz y confianza. La que vive momentos de
ansiedad ante los pasos torcidos de un hijo, igualmente estará con él con una
presencia acogedora. Es la que se arroja rápidamente de la cama, cuando oye en
la noche, que su pequeña llora angustiada por una pesadilla que la atormenta.
Es la actitud propia de la madre. Así muestra todo el valor
de su presencia, que lleva siempre como acompañantes la delicadeza, la
confianza y la esperanza. Sin embargo, el hijo probablemente tardará años en
conocer el valor de su presencia que ella ofrece normalmente en el silencio,
con el grito callado, el corazón dolorido o gozoso, según las vivencias por las
que el hijo pase. Años después, cuando el hijo ha llegado a la madurez, es
cuando seguramente percibe que su madre ha sido para él, un manantial de amor.
Esa ha sido toda su riqueza, toda su presencia.
Además, considerar como ya se sabe, que los hijos no son
todos iguales y la madre en su quehacer educativo tiene que adaptarse, en todo
lo posible, al temperamento y al carácter de cada hijo. Puede encontrase con
apasionado, con la irascible, con el colérico, la angustiada, la desvalorizada,
el rebelde, el inmaduro, la miedosa, la perezosa, el laborioso, el niño
difícil… Dar la misma educación para
todos es no educar correctamente. Educar es un acto personal, en el que la
presencia de uno actúa sobre el otro. De uno en uno. Aunque es de sentido
común, que en cada familia habrá unas normas o reglas y costumbres que son
válidas para todos.
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