jueves, 20 de septiembre de 2018

¿Cómo es nuestro amor?



Continuemos con el matrimonio una comunión de amor. Lo es si yo  digo y tú me dices: Nada hay comparable a ti. Tú, en mí vives porque todo lo dedico a ti. Yo estoy tan arraigado en ti, como tú lo estás en mí. El amor de los esposos, es un reflejo del amor divino. Y, ¿cómo tiene que ser ese amor?: Es paciente, servicial, no tiene envidia, no hace alarde… goza con la verdad… todo lo disculpa, lo cree, lo espera, lo soporta. (1. Cor. 13, 4-7). El matrimonio comunión de amor,  es suprema grandeza, Excelsa belleza. Verdadera dignidad. Templo que cobija a los amantes. Y lo más necesario es aprender a saber querer.   Y como expresaba el cardenal Caffarra: “Los dos cónyuges tienen que dar por supuesto siempre que han sido llamados a dar la vida, mientras que no surja algo en contra, y no al revés”.

Consecuencia inmediata de lo hasta aquí apuntado, es que la vida es plena si cada individuo encuentra el amor. Amar es salir de uno mismo para el encuentro con otra persona. Y esto es un gran tesoro.  Tesoro que hay que cuidar, que educar. La esposa consigue por su amor, que su esposo encuentre la plenitud y viceversa. Es así, porque la identidad del ser humano es amar y ser amado.

La vida es una vocación de amor.
 El esposo y la esposa miran con admiración y agradecimiento al otro. Esa es una forma preciosa de saber querer. Es la vida en una vocación de amor. De ahí se deduce que se estará volcado/a en esa vocación. Pensará, sentirá y vivirá para ella. Con frecuencia aparecerán retos en la vida ordinaria, que al mismo tiempo que proporcionan complicaciones, también ofrecen ilusión y esperanza, contribuyendo todo a sellar con más seguridad esa vocación de amor. La felicidad está pues, en esta empresa, y en su realización se encuentra un gran gozo.

Por eso, todo aquello que pueda destruir, o menospreciar este gran tesoro (banalización del amor, divorcio…), está destruyendo posiblemente uno de los  mayores sentidos que tiene la vida de una persona.

En el fondo, todo se reduce a tener un corazón grande. Como escribe Hildebrand en su libro El corazón:  Tener el corazón capaz de amar, un corazón que puede conocer la ansiedad y el sufrimiento, que puede afligirse y conmoverse, es la característica más específica de la naturaleza humana. El corazón es la esfera más tierna, más interior, más secreta de la persona. Cuánto más grande y profunda sea la capacidad afectiva del hombre, mejor”.

El cuerpo humano es de varón y mujer para una relación de donación. Es una relación de darse al otro: es una relación de amor. Cada persona está hecha para dar y recibir amor. Ambos sexos están llamados por el mismo Dios actuar y vivir conjuntamente.

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