“¿Qué decir
del dolor? Quisiera señalarte una sola cosa: el sufrimiento es ininteligible,
no puede ser entendido. Lo que cabe es adoptar una actitud, una postura que dé
cuenta de él de alguna manera; cabe obtener un sentido para encararlo. Si no,
es sólo anulación y embrutecimiento. Las actitudes humanas ante el dolor tratan de huirlo, de
soslayarlo, de superarlo, de librarse de él, de curarlo. Pero no hay ninguna
actividad humana, ninguna institución, ningún producto cultural, ninguna
teoría, ni práctica (es mucho decir), que arrojen luz sobre él o lo descifren.
Por ejemplo, la medicina es una actividad humana, una ocupación, dirigida a
hacerlo cesar, a destruirlo. Pero un tratamiento meramente técnico del dolor es
insuficiente para darle sentido. Sólo consigue atenuarlo.”
“Pero dar
cuenta del sufrimiento es una necesidad, una aspiración humana irrenunciable.
Darle un sentido al sufrimiento es más
humano que simplemente escapar de él con la técnica o la huida. La única actitud
que da cuenta del dolor, le otorga un sentido, y lo integra dentro de la vida
humana, es una actitud cristiana. Para un cristiano el dolor no es una
desgracia, sino una tarea, una consecuencia del pecado y la debilidad. El cristiano no se limita a soportar el
pecado ni el dolor: es activo respecto a ellos. Su actividad se dirige a
reunificar lo humano destruido, a recomponerlo mediante su unión con el dolor
de Cristo. Es una ascensión hacia la unidad perdida.”.
“En lo
cristiano está encerrada una gran riqueza de actitudes frente al dolor: la
aceptación de la contradicción, el crecimiento interior a través de la
purificación, la superación de la soberbia humana y el anonadamiento ante la
acción de Dios. La madurez que da el sufrimiento apela a un más allá que lo ilumina.
Lo cristiano da claves superiores de esclarecimiento acerca de la condición
humana. Sin ellas, la niebla espesa del sufrimiento se vuelve opresión, angustia
desesperada”.
Del libro: ENTENDER EL MUNDO DE HOY. Cartas a un joven
estudiante.
De Ricardo Yepes Stork.
Editorial Rialp. 5ª edición, 2010. Páginas 134, 135 y 136.
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