Quien se preocupa de todo y lo protege todo -unas cosas más y otras menos- y no deja ninguna parte de la república sin alimento, como cosa propia, inclinado a la moderación, incluso si conviene reprender, haciendo ver cuán a disgusto toma medidas duras para poder remedio; aquel en cuyo ánimo no hay hostilidad ni furia, que ejerce su poder con serenidad y utilidad, deseando que sus órdenes convenzan a los ciudadanos, satisfecho consigo mismo si comparte su fortuna, afable en la conversación, accesible, con buena cara, atractivo para el pueblo, amable, inclinado a considerar las demandas razonables, no despiadado ni siquiera con las injustas. Ese es amado, defendido, honrado por todos los ciudadanos.
Sobre la clemencia. Séneca. Ediciones Rialp. 2017. Pag 67.
Está muy bien, abuelo.
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