En la sociedad, cultura y política hay un debate vivo sobre dos términos: macho-hembra; masculino-femenino; varón-mujer.
Según elijamos una de las tres parejas, nos estamos
inclinando por la biología o por la ideología. Pero hay una tercera
posibilidad: lo real. Y esta es una postura importante, ya que lo real es lo
que más nos acerca a la verdad.
Si nos dejamos de florituras lingüísticas e ideológicas,
tenemos que reconocer que los términos varón-mujer, son los que más encajan con
la literatura antigua y moderna. Los que permitieron construcciones filosóficas
de gran profundidad con Aristóteles, S. Agustín, o los contemporáneos Zubiri,
Millán Puelles, Ediht Stein y Arellano.
Y, ¿qué opina Zygmunt Bauman sobre tal asunto según nos habla
del “amor líquido”? Es decir, del amor sin consistencia, sin solidez. Desde
luego, su postura es la misma de Aristóteles o también la de Ediht Stein.
Evitemos confundirnos y confundir. Varón y mujer son los
términos que nos dicen la realidad de esos dos tipos de personas que, además,
son complementarias y entre las que se establece la reciprocidad que da lugar
al nacimiento del amor-sacrificio-don y por supuesto con una posibilidad
reproductora.
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