Un audaz escritor contemporáneo escribe en su libro: “Razones
para la alegría”: “Si tuviera que pedirle a Dios un don, uno solo, un
regalo celeste, le pediría que me concediese el supremo arte de la sonrisa”.
Nos alegran y emocionan las estupendas calificaciones de un
hijo, un trabajo profesional bien hecho, la Primera Comunión de un hijo; que
toda la familia se acuerde de nuestro cumpleaños, la victoria de nuestro
equipo, una estupendísima noticia que nos han dado; que nos hablen bien de la
conducta y comportamiento ejemplar de un hijo o de un nieto. Diariamente nos
alegra que nuestra esposa, accediese a casarse con nosotros (pudiera no haber
aceptado), la boda de una hija…
Pues nos tiene que alegrar y mucho, que somos personas
íntegras. Hay que
remarcar que la alegría cristiana nace de que somos hijos de Dios.
La alegría nace y se desarrolla en el corazón humilde y
confiado, del que tiene fe. Y además es fruto del amor. El enamorado es una
persona alegre.
Eugene Boylan es un escritor enamorado de la verdadera
alegría y con pasión, escribe: “Todas las vidas de los santos están llenas
de alegría; un júbilo que en el mundo no conoce, un júbilo que surge en el
corazón del hombre y brota como un río, rebosando y anegando todo su ser hasta
que el alma entona un cántico de júbilo. Solamente los que aman a Dios pueden
comprender la belleza de la Novena Sinfonía”.
Sin embargo, la alegría es compatible con el dolor, el
sufrimiento. Con las contrariedades de la jornada. Con las angustias y tribulaciones.
La fe y la esperanza (no el apoyo en nuestras propias fuerzas), son fuentes de
nuestra alegría.
Una anécdota: Un campesino encuentra en el campo un polluelo
de águila. Lo lleva a su casa y lo encierra en una jaula junto a sus gallinas.
Pasados unos meses comprueba el error cometido. Saca el águila y la lleva a un
monte y allí le grita: “¡Abre tus alas y vuela!”. ¡Eres la reina de los cielos!
¡No pintas nada en la tierra! “¡Abre tus alas y vuela!”. Algo parecido podemos
decirle a un cristiano. “¡Sal a la calle, al mundo y conquístalo!”.
La calle, las plazas, los estadios, los campos, los jardines,
los lugares de recreo, las fábricas, las oficinas, los mercados, los colegios,
los hogares: son tus ambientes.
Y, ¿cómo se logra eso? Las virtudes y el buen ejemplo de la
vida son tus armas.
Un apunte más de un personaje alegre: “¿Cómo vivimos
nuestro ser Iglesia? ¿Somos piedras vivas o somos, por así decirlo,
piedras cansadas, aburridas, indiferentes? ¿Habéis visto que feo es ver a un cristiano
cansado, aburrido, indiferente? Un cristiano así no funciona; el cristiano debe
ser vivo, alegre de ser cristiano; de vivir esta belleza, de formar parte del
Pueblo de Dios que es la Iglesia”. (Papa Francisco: audiencia del
26-06-2013).
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