Es indudable que formarse para el trabajo es algo costoso.
Porque trabajo equivale a esfuerzo; por lo tanto, no se aprende pasivamente,
como tampoco se hace una comida o se conoce el gasto en gasolina que tiene el
coche estando pasivos.
Es cierto que, una vez dedicados al trabajo, en cada
estudiante entran en juego sus diferencias individuales; si se trata de un
chico muy infantil, habrá que saber esperar; y al que sea muy lento habrá que
instarle más. A cada uno lo suyo, pero respecto a todos trabajo y comprensión.
Un poco de organización en ese trabajo ayuda mucho: que cada
uno sepa cuál es su trabajo asignado para cada día, teniéndolo incluso escrito
si es preciso.
Ya lo expuso Fry en su libro Técnica de lectura veloz: si se desea asimilar una gran cantidad de
material son indispensables buenos hábitos de trabajo. Hay que proponerse
trabajar regularmente un cierto número de horas al día, en un horario
determinado. Esta es una de las razones del éxito de la escuela, del instituto
y de la universidad, que proporciona una disciplina reguladora del aprendizaje:
el alumno va a clase diariamente a la misma hora y se concentra en una materia
específica. Esta es una de las razones por la que los chicos que consiguen
disciplina personal mejoran considerablemente en sus estudios. ¿Cómo podemos
conocer el grado de disciplina de un estudiante? Disponemos de elementos
perfectamente observables, como son su material de trabajo o su carencia, su
asistencia regular a las clases o no, su orden, su esfuerzo por atender, la
capacidad de controlar o no sus primeros impulsos, el grado de tenacidad que
pone en la tarea... Los padres pueden favorecer un mínimo de disciplina
personal en cada hijo potenciando aquellos hábitos que facilitan enfrentarse
con éxito a un plan de estudios, a una carrera. Hábitos como la sobriedad,
laboriosidad, sinceridad, hacerles observadores, ordenados, que piensen,
constantes, que sepan escuchar, con amor a los libros y con un ambiente
favorable al esfuerzo.
En un programa musical, el comentarista presentador de
un concierto de la 5.ª Sinfonía de
Beethoven afirmaba en un momento determinado: al oír la 5.ª Sinfonía da la
impresión de que toda hubiese sido compuesta de un tirón, pero no fue así.
Miremos el facsímil de ella y
comprobemos notas y notas retocadas en el pentagrama; siempre tachando y
retachando tras una búsqueda permanente de la perfección. También es así el
quehacer referido al aprendizaje. El estudiante optará por una búsqueda
continua de la perfección, mejorando constantemente lo del día anterior.
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