Estamos en
el comienzo del curso 2016-17. Espléndido momento para señalarse metas y
objetivos ambiciosos, como, padres, profesores y estudiantes. A todos deseo
objetivos de excelencia.
Me parece
que podemos considerar la excelencia como el modo estable de ser del hombre. La
persona estable que vive con cierta permanencia en el bien y en la construcción
de obras buenas es lo que urgentemente necesita nuestra juventud, es decir, lo
que precisa la educación.
Nos dice
Ricardo Yepes, en su estupendo libro que aconsejo leer: “Entender el mundo de hoy”, que los clásicos, en sus obras,
ejemplificaban una virtud, un vicio, una actitud, una resolución típicamente
humana, mil veces repetida a lo largo de la historia. Por eso, el mensaje de
los clásicos es permanente: su voz resonará cada vez que el hombre se encuentre
en la misma tesitura, en la misma situación que impulsó al héroe a llevar a
cabo su gesta.
Los clásicos
son de valiosa ayuda para la excelencia, porque facilitan el pensar y el ser
humano que piensa, hace proyectos, habla y actúa, vive en libertad. Animo a leer a los clásicos.
Espero que los chicos de los últimos cursos de Secundaria, los de Bachillerato
y universitarios, tengan siempre una de sus obras muy cerca de sus manos y de
sus ojos y de sus mentes. Lo mismo anhelo para padres y profesores.
Hay un
aspecto más que me parece muy conveniente tratar. Se trata de la verdad. Pero
será un punto que dejaré, para la siguiente entrada.
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